
Pero siguió viviendo , leyó sus libros, estudió sus asignaturas, tomó tranvías, pidió el café muy cargado o poco cargando, sonriendo incluso-¿sonriendo?- a la muchacha de azul de la cafetería, y un día descubrió que estaba sordo de más adentro de los oídos, sordo para sí mismo. No se oía vivir.Eso era todo.
Francisco Umbral.
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