Y no puedes imaginarte lo vulnerable que eres, y solo eres el recuerdo de esta foto... nunca imaginastes que serías tú.

martes, 26 de octubre de 2010


Reían. Estallidos irresistibles, desencadenados a veces sólo por una mirada, o incluso por un pensamiento común que no era necesario exteriorizar. Risas por las que hubieran arriesgado la vida. Irrefrenables. Extenuantes, que se regeneraban en unos días, cuando el mismo pensamiento, cargado como las nubes de una tormenta venida de lejos, se asomaba a la mente. La vida mostraba su cara sagrada, y la profana, y su coincidencia. Si mueres, moriré yo también. La muerte es injusta. La vida es injusta....
Mariolina Venezia.

lunes, 25 de octubre de 2010

Fuera de la noche que me cubre,
Negra como el abismo de polo a polo,
Agradezco a cualquier dios que pudiera existir
Por mi alma inconquistable.
En las feroces garras de las circunstancias
Ni me he lamentado ni he dado gritos.
Bajo los golpes del azar
Mi cabeza sangra, pero no se inclina.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
Es inminente el Horror de la sombra,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
Cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.
Willian Erbest Henley

martes, 12 de octubre de 2010


Los italianos se habrían quedado estupefactos si hubieran sabido que lo que exportaban en 1971 no era más que soledad.
Haruki Murakami.

viernes, 8 de octubre de 2010


"Si pudiera vivir dentro de una canción para siempre todas mis desgracias serían hermosas.
Y eso le daría a las desgracias otro sentido. Igual que las desgracias de Billie Holiday consiguen ahuyentar las mías, mis desgracias pasarían a ser el quitanieves de la puerta de otro."
Ray Loriga.

viernes, 1 de octubre de 2010


Jaques Forestier tenía la lágrima fácil. El cinematógrafo, la música de mala calidad, un folletín, le conmocionaban.
Pero no confundía esas falsas señales del corazón con las lágrimas profundas. Las suyas parecen derramarse sin motivo alguno.
Escondía un sollozo baladí en la penumbra de un palco o en la soledad de la lectura.
Por ello, y dado que las lágrimas auténticas suelen ser escasas, se le consideraba un hombre insensible y perspicaz.
(Jean Cocteau.)

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