
Y le duele la memoria de aquellas peleas, le duele el recuerdo de su confusión, aquel tobogán de exaltación y depresiones, el hoyo de incomprensible amargura del que sólo sabía salir a grito limpio. Ahora sólo puede estar callada, escuchar a sus amigas y comprender la medida de su infortunio, porque ella no tuvo tiempo para reconciliarse con su madre, no tuvo tiempo para empezar a comprenderla, para ponerse de su parte antes de decidir que no podía aguantarla, como dicen ellas todas las tardes.
Almudena Grandes.
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